Ni líder ni manada

(Cómo ser el mejor amigo de tu perro)

Irene Pérez Piñel

Capítulo 4: CONDUCTAS NORMALES EN EL PERRO

El primer motivo de conflicto que observo a menudo entre los dueños y sus perros es el total desconocimiento de lo que es un perro, de cuáles son las conductas normales y cuáles no deberían estar ocurriendo.

Esta distinción es importante, porque en el primer caso un manejo amable que dirija a tu amigo en el sentido correcto, pero le permita desarrollar sus conductas sin que resulten una molestia resuelve muchos conflictos. Aunque a veces habrá que “mirar para otro lado”, ceder, si el esfuerzo de canalizar una conducta normal es demasiado grande en comparación con el beneficio de no sufrir dicha conducta. Pero sabiendo que tu perro es totalmente normal, por más que te ofendan algunas de sus costumbres.

En el segundo supuesto, tu amigo tiene un problema de adaptación al entorno, un estrés elevado, miedo a uno o varios elementos cotidianos de su entorno que le dificultan llevar una vida normal……. Su conducta puede considerarse como alterada, y requiere una intervención más profunda y cuidadosa para encauzarse.

Así pues, ¿qué conductas podemos considerar normales en un perro?. Partiremos de una definición sencilla, que si bien no es muy precisa, ayudará a tener una visión global de conductas concretas. El perro es un depredador y carroñero doméstico, y un animal gregario y social.

Esto explica muchas cosas. Vayamos por partes.

Un animal depredador es aquel que se caza su comida. Y para realizar esta actividad, despliega una gran cantidad de conductas adaptadas a los distintos entornos y diferentes tipos de presas. El ser humano, en siglos de selección dirigida, ha aprovechado esta cualidad, a veces dejándola intacta, como en el husky siberiano, o bien dejando solo una parte de dicha conducta, como ocurre en los perros de pastoreo (agrupan a las “presas”), o en las distintas razas de caza (unas señalan, otras cobran, otras siguen rastros….). Así el perro se convierte en el compañero perfecto para poder ganarse la vida en un mundo muy competitivo y duro.

Pero si se puede seleccionar esta conducta con una crianza dirigida, significa que al menos un componente importante de dicha conducta tiene una base genética.

O dicho de otro modo, a muchos perros lo de cazar les sale solo. Pueden cazar una liebre, una oveja, una pelota, un chico en bicicleta, o un tractor. Pero muchos tienen ese impulso más o menos arraigado en sus patrones de conducta normales.

Y ahora vienen los problemas: casi ningún perro necesita cazar para comer. Y a casi ningún dueño le hace gracia que su perro, aun así, se empeñe en cazar. Puede ser una fuente de problemas más o menos serios (desde que mate al gato del vecino hasta que acabe bajo las ruedas de un camión o derribe a un motorista), pero es una conducta totalmente normal.

Sin embargo, cazar requiere de mucha habilidad, bastante práctica, una buena ración de suerte, y un gran despliegue de energía. Y la mayoría de los intentos terminan fracasando. Pero hay que comer todos los días, así que tenemos un plan B: carroñear. ¿Para qué matarte a correr y pelear con un animal que lo mismo tiene el mal gusto de defenderse cuando te cuelgas de su cuello si puedes robarle las presas ya muertas a otros?. O comerte cualquier cosa apestosa que alguna vez estuvo viva que encuentres por ahí. La carroña es un gran complemento a la dieta diaria, y en ocasiones, es la única comida que el perro puede conseguir. La supervivencia es importante, así que en general no le hace ascos a nada. Vamos, que tu perro no es muy mirado con lo que se mete en la boca. Si se puede masticar y tragar, casi seguro que es comestible.

De nuevo en una sociedad moderna y urbana, esta característica se convierte en una continua fuente de conflictos. Tu perro va a sustituir la carroña por basura. Por cualquier basura. Es asombroso lo sucias que pueden estar las aceras de nuestras urbes. Y si va al campo, entonces serán bichos muertos y excrementos los candidatos a completar el menú del día. Asqueroso, pero totalmente normal.

El que sea gregario significa que tiende a agruparse con otros individuos, en principio de su misma especie, pero al ser un animal doméstico, admite con facilidad otras especies, sobre todo la humana. Requiere de una exposición muy temprana a estas especies para que las considere como amigas, pero es un proceso sencillo. Y que sea un animal social, implica que le gusta interaccionar con esas otras especies.

Existen animales gregarios que no son sociales: se reúnen en gran número en un sitio, generalmente por abundancia de algún recurso, pero se ignoran totalmente unos a otros. También hay animales sociales pero no gregarios: se relacionan (mal, la mayor parte del tiempo) con los de su especie, pero no se juntan en grupos.

El perro por lo tanto quiere estar con otros seres vivos, y además desea relacionarse habitualmente con ellos. Aquí radica la razón de otro problema muy común: los perros llevan muy mal la soledad. Y otro más: las relaciones sociales requieren de cierta habilidad, que se aprende. Si el desarrollo de esta habilidad no es correcto, tu perro se relacionará fatal con otros perros. O con personas. O con todo. Pero aun así, en general, seguirá buscando esas relaciones. El resultado es un perro que presenta reacciones desmedidas, generalmente molestas para el dueño, cuando ve otros perros o cuando los desconocidos le invaden el espacio (en la calle o en su casa).

Por lo tanto, es importante cuidar el aspecto social y gregario de tu perro desde el momento en que llega a casa: debe aprender gradualmente a quedarse solo, y debe relacionarse de modo cotidiano con personas y otros perros para desarrollar habilidades sociales que le permitan tener encuentros rutinarios con otros seres el resto de su vida sin que eso suponga un conflicto para ti.

Aislar a tu perro del contacto de otros perros o personas por cualquier razón solo genera desequilibrio y alteraciones de la conducta, que en ocasiones pueden derivar en comportamientos agresivos.

No habituar a tu perro a permanecer solo y tranquilo en un entorno conocido como es tu casa dará lugar a un serio trastorno de la conducta que exige mucha dedicación y esfuerzo para su resolución. Anticipar todo esto está en tu mano.

Una vez asentada la base, veamos algunas conductas concretas que suelen ser muy molestas para los dueños, pero que se encuadran en los patrones normales de comportamiento de los perros:
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Capítulo: 20 MEJORAR LA OBEDIENCIA

Esta es una de las quejas y causa de frustración más frecuentes en muchos propietarios: mi perro no me hace ni caso.

Generalmente, en lugar de preguntarse porqué, y de pensar que tal vez el problema sean ellos, suelen culpar al perro, y regañarle por no obedecer al instante. Y así se pasan los años, entre órdenes y regaños, enfrentados a su rebelde y desobediente amigo.

Distanciarse un poco de la situación y pararse a pensar en las posibles razones suele ser más práctico que enfadarse.

La primera razón por la que un perro puede desobedecer es porque no sabe lo que quieres. Tú crees que lo sabe, porque unas pocas veces le diste una orden y acertó con la conducta que le pedías. Pero no. Asimilar una conducta o posición corporal a un sonido arbitrario requiere de un proceso meticuloso y gradual de trabajo. En el capítulo dieciséis se detallaba este asunto. Si tu perro parece querer hacer lo que le pides pero no acierta, o no lo hace la mayor parte de las veces, seguramente hay un mal maestro detrás. Cambia el modo de enseñarle, y sé lineal y metódico en el adiestramiento, seguro que los resultados mejoran notablemente.

La segunda razón, y ésta es muy frecuente, es por una contradicción entre lo que tu cuerpo manda y lo que tu voz pide. Cuando damos una orden, tendemos a elevar la voz, a ponernos firmes, exigentes, mirando fijamente al perro, y esperamos una respuesta rápida que no llega, lo que produce tensión y nerviosismo. En consecuencia, mientras tu boca dice “ven aquí”, tu cuerpo dice “aléjate porque llevo encima un mosqueo que como te acerques no respondo de mí”. Esto es un conflicto. Los conflictos generan tensión emocional, y el perro es un gran detector de tensiones emocionales, sobre todo si le afectan directamente. Dedica mucho tiempo y energía a resolver dichos conflictos, o al menos a intentarlo. Porque cambiar de manada no es fácil, y en su caso, aunque él no lo sepa, es imposible. Así que lo mejor es llevarse bien.
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Capítulo 24: ESTRÉS

CAUSAS Y SÍNTOMAS

El estrés podría definirse como la respuesta que da un ser vivo a una demanda externa o interna que le obliga a cambiar o adaptarse. Implica respuestas fisiológicas (que afectan al cuerpo) y respuestas comportamentales, o sea, que se manifiestan en forma de conductas, en principio normales.

Esto en sí mismo no es bueno ni malo. Todos nos estresamos planificando unas vacaciones al extranjero. Y nos parece estupendo. También nos estresamos cuando desde el minuto uno nuestro vuelo se ha cancelado y los planes empiezan a desmoronarse. Eso ya no nos parece tan estupendo. En ambos supuestos hay una situación externa cambiante que nos obliga a dar una respuesta de adaptación. Si nuestra respuesta resuelve satisfactoriamente la demanda (las vacaciones quedan perfectamente planificadas, o logramos solventar los altercados aeroportuarios sin consecuencias importantes), el cambio químico y comportamental asociados desaparece, y volvemos a nuestro ser.

Si la respuesta que damos no resulta útil, o las demandas externas continúan o se enlazan unas con otras exigiéndonos cada vez más, aparece el estrés crónico. Y el estrés crónico a nivel químico produce muchas alteraciones: las hormonas se disparan, los neurotransmisores se lían a dar órdenes, y nuestro cuerpo intenta responder a todo a la vez, agotando sus reservas de energía.

Las consecuencias son visibles a nivel comportamental: hiperactividad o apatía, irritabilidad, tendencia a la agresión ante estímulos menores, mal humor constante, cambios en el apetito, alteraciones del sueño…… Y también hay consecuencias para la salud, ¿quién no ha oído hablar de las “enfermedades psicosomáticas”, por ejemplo?. La cascada de química que se perpetúa en el organismo empieza a alterar las defensas, aumentando la aparición de infecciones, actúa sobre el aparato digestivo, facilitando las diarreas, se afecta la piel, y se producen cambios más sutiles pero igualmente importantes, como en la tensión arterial, ritmo cardíaco y respiratorio, etc.

No estaba hablando de perros. ¿O sí?. Si recuerdas el capítulo diecinueve, compartimos química con nuestro mejor amigo. Y compartimos también los efectos que la alteración de esta química tiene sobre nuestro organismo y sobre nuestra conducta. Todo lo que he expuesto antes es de aplicación en el perro. El estrés sostenido produce cambios en la conducta, a peor, claro, y altera la salud. E irónicamente, las alteraciones en la salud son una causa de estrés (de origen interno) en sí mismas. Por lo que un perro con una carga de estrés importante se comportará de un modo variable, pero desde luego no será agradable para la convivencia.

Las manifestaciones más habituales de estrés en perros pueden ser comunes con las de miedo, ya que ambas emociones están íntimamente relacionadas. Cuando sientes estrés intenso, sientes también una inseguridad clara, debido a la incertidumbre de cómo se resolverá la situación. Una sensación de angustia por no poder controlar lo que ocurre. Estas emociones son formas de miedo. Así que las conductas derivadas también se dan en caso de miedo.

Los comportamientos que más frecuentemente puedes ver en un perro con un grado de estrés alto son las siguientes. Obviamente, no esperes que aparezcan todas a la vez:

Hiperactividad (Ver capítulo veintiséis)

Destructividad y “rumia” de objetos

Irritabilidad/respuestas agresivas asociadas a ira

Ladridos persistentes de demanda de atención

Acoso a personas de su entorno (cortando el paso, ladrando, mordiendo tobillos o piernas)

Ataques hacia objetos en movimiento o personas que se mueven rápidamente o con brusquedad (es un intento de “parar el mundo” para lograr un poco de paz interior)

Pica, consumo ansioso y exagerado de comida, apetito caprichoso o escaso

Estereotipias

Falta de atención al entorno, problemas de concentración

Hipervigilancia visual, disminución o anulación del uso del olfato

Hipersensibilidad al dolor
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Capítulo 30: ENSUCIAMIENTO Y POSIBLES SOLUCIONES

Esta es quizá, junto con la agresión, una de las situaciones de conflicto que más tensiones genera en la convivencia con un perro. Seguramente por tratarse de una conducta persistente en el tiempo, y por la percepción que tenemos los humanos del significado de la orina y las heces (venganza, rencor, celos, “lo hace para fastidiarme”) y porque percibimos que es una costumbre sucia e insana. Y la realizan en el contexto inadecuado. Normalmente nadie se queja porque su perro haga pis en los neumáticos de los coches o en las farolas. Se supone que es un sitio adecuado. Pero no lo es si realiza la misma acción en las patas del sofá, en la puerta de la cocina o en la alfombra del salón.

La respuesta inmediata ante este comportamiento es la de regañar para corregir. No funciona. Pues se regaña más. O se castiga. Tampoco funciona. En ocasiones se va un paso más allá, y se opta por intervenir en la base: si hace demasiado pis, le quitamos el agua. Si hace caca donde no debe, pues menos comida. En general eso tampoco suele funcionar, y en ocasiones puede empeorar la situación por el estrés generado al animal ante la falta de recursos básicos.

Así que para afrontar un problema de ensuciamiento, es más práctico seguir los siguientes pasos:

1- Mantén la cabeza fría. Las emociones nublan la razón, y en este contexto no es diferente. Se actúa entonces sin pensar, con la única finalidad de descargar enfado y frustración por una conducta que no podemos controlar. Pararse a pensar si realmente es tan grave, si es el fin del mundo que el perro haga pis donde no debe. La respuesta es siempre no.

2- Destierra ideas que no ayudan y seguramente son falsas, como “lo hace para molestar”, “es una venganza por…..”, “es que está celoso”, y otras similares que no encajan en el mundo social del perro. Teniendo en cuenta el interés que muestran los perros por las heces y la orina, no parece que les resulte molesto, por lo que tampoco debería serlo para los demás. Y las otras explicaciones normalmente requieren una proyección hacia delante que seguramente los perros no son capaces de hacer (predecir cómo te sentirás cuando dentro de un buen rato encuentres la “sorpresa”).

3- Pregúntate ¿por qué lo hace?. Las conductas normalmente tienen una finalidad o expresan una emoción. En el caso de conductas viscerales, hay un cierto componente involuntario. No podemos elegir no hacer pis o caca. Igual que no podemos elegir sudar, o que nos suenen las tripas, o que se nos acelere el corazón, o que nos salive la boca. Es cierto que en el caso del ensuciamiento sí podemos elegir el lugar. Pero ¿podemos realmente, en todas las ocasiones?. Todos hemos oído la frase “mearse/cagarse de miedo”. Seguramente nadie elige hacerse sus necesidades encima, luego no siempre se puede elegir. En situaciones emocionalmente muy intensas, tal vez no haya elección. Si hay un aumento de volumen (de orina o de heces), posiblemente tampoco, ya que el número de veces que el perro hará pis o caca será mucho mayor, y no tendrá acceso al sitio adecuado. Y hay un tiempo limitado en que podemos aguantar.

Finalmente, determinadas patologías producen irritación local (de colon o vejiga), o problemas de control de los esfínteres, con lo que el resultado final será el mismo: el perro no podrá elegir.

Conclusión: puede que lo haga porque esté enfermo (diabetes, hiperadrenocorticismo, enfermedad renal, etc.). O porque tenga una anomalía física que le impida un buen control (uréter ectópico o hernia de disco, por ejemplo). O porque esté inmerso en una situación emocional muy intensa que le altere la conducta, y esa es una manifestación. Averigua qué razón le lleva a presentar este comportamiento, y estarás mucho más cerca de una solución.

Algunos ejemplos frecuentes:
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