El Silencio Blanco
(Educación y manejo del husky siberiano)
Irene Pérez Piñel
Capítulo 2 – Introducción a la raza
El ser humano ha seleccionado desde hace miles de años al perro para obtener de él el mejor servicio, acentuando ciertas cualidades físicas y de temperamento, y atenuando o anulando otras, consiguiendo así ejemplares que son los mejores en el trabajo para el que han sido seleccionados.
Ésta es básicamente la finalidad de las razas caninas: obtener en cada una el mejor físico, no el más bonito, sino el más apto desde un punto de vista funcional, y el carácter más adecuado para realizar un trabajo muy concreto.
El que un perro de determinada raza presente con elevada probabilidad cierto tipo de conductas, y rara vez presente otras, es un sistema muy práctico para poder tener un perro de utilidad al que no cuesta apenas esfuerzo enseñarle su labor, ya que está genéticamente predispuesto a realizarla.
Y por lógica, tratar de que un perro de cierta raza realice un trabajo para el que no está dotado ni física ni mentalmente es a menudo imposible, no digamos ya si ese trabajo choca frontalmente con las características genéticas de esa raza.
Esto implica que cada raza tiene una función, aunque actualmente rara vez se tenga un perro por su utilidad, y que esa función va asociada a un aspecto físico concreto, el cuál, insisto, no es un asunto de belleza física -concepto totalmente subjetivo- sino de utilidad: el husky tiene ese aspecto por ser el más idóneo para realizar su trabajo en un entorno ártico.
Y estos conceptos son inseparables. No puedes tener un husky con el carácter de un labrador, ni un pastor belga con el temperamento de un husky. Cada uno tiene sus características de acuerdo a la función que debe realizar, y es tu deber, si eliges un perro de raza, olvidarte de su aspecto físico y conocer a fondo sus peculiaridades, ya que éstas, al igual que su color de pelo, su posición de orejas o la longitud de su hocico, están determinadas genéticamente, lo que implica que son difíciles o imposibles de anular o modificar, y tendrás que convivir con ellas igual que convives con el pelo, los olores o cualquier otra cualidad física de tu perro que pueda molestarte.
Intentar anular las conductas determinadas genéticamente en un animal, además de bastante frustrante, genera perros desequilibrados e inestables, y por tanto, impredecibles.
Tu husky será en parte como le marquen sus genes. Las diferencias individuales vendrán determinadas, sobre todo, por el ambiente en que se críe y por el manejo que le des. Y si eliges al husky guiado solo por su belleza física, tendrás sorpresas desagradables. Si lo haces sin conocer sus posibles comportamientos genéticos, entonces directamente tendrás muchos problemas. Y seguramente el perro también.
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En torno a estos perros hay muchos comentarios negativos, a menudo de gente con un total desconocimiento de la raza, basados en comportamientos generalmente incomprendidos y a menudo mal interpretados. El siberian husky es una raza peculiar, seleccionada en sus comienzos en unas condiciones muy concretas de un modo muy estricto, por lo que presenta ciertas características casi constantes en todos los ejemplares, que en su día tuvieron una finalidad muy precisa, pero que en climas benignos, con comida diaria y sin necesidad de realizar trabajo alguno están fuera de lugar y resultan con frecuencia contraproducentes para un animal de compañía.
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Por otro lado son algo delicados de intestino, sobre todo antes de cumplir el año de edad. Esto es debido a que en los comienzos, su dieta era básicamente grasa y proteína animal, y se seleccionaron los ejemplares que mejor aprovechaban este tipo de alimentación. Ahora la dieta tiene una carga importante de hidratos de carbono, que digieren mal: en cuanto la dosis es un poco alta, el animal se descompone. Si eres de los que gusta premiar a su perro por nada, y le da bocaditos a todas horas, tenlo presente.
Recuérdalo también si no estás dispuesto a invertir dinero en su alimentación: los piensos libres de cereales, que es la fuente principal de hidratos de carbono, tienen un coste superior al resto, y muchos huskies solo pueden consumir este tipo de alimento seco o padecerán diarreas crónicas.
En cuanto a su temperamento, hay varias características a destacar:
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Capítulo 9 – Dar un buen paseo
Este capítulo es importante. En mi opinión, uno de los más importantes del libro.
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El paseo con tu perro es algo imprescindible. En la sociedad en la que se criaron estos perros, no tenía sentido. Tampoco las correas o collares. El perro se ata al trineo, trabaja, se suelta, se busca la vida, o si tiene suerte, se le da de comer, y puede hacer lo que le plazca el resto del tiempo. Suele optar por dormir.
En nuestra sociedad, el perro es un animal de compañía. Como tal, debe adaptarse a nuestros horarios, nuestros gustos, nuestras elecciones, y nuestro tiempo libre. Pasa muchas (pero MUCHAS) horas en un espacio limitado, controlado y aburrido, como un piso o un jardín, simplemente esperando tener algo que hacer y alguien con quien estar. Y ese alguien eres tú, y ese algo es salir a explorar el mundo y relacionarse con el entorno, tú incluido.
Por lo tanto, debes considerar el paseo como lo que realmente es, y darle la importancia que realmente tiene. Tomando unas referencias sobre cómo hacerlo agradable para todos y cómo sacarle el mayor partido, no solo será un buen momento entre tu amigo y tú, será también tu gran aliado a la hora de forjar un buen vínculo con tu siberiano.
Lo que NO es un paseo:
– La hora de hacer pis. Puede serlo en un momento concreto del día (una última salida corta antes de irnos a dormir), pero salir a la calle no es ir al baño. Eso es un elemento secundario.
– Una marcha militar. La idea que tenemos de «ejercicio» está algo distorsionada. Claro que sacamos a nuestro perro a caminar y a que haga ejercicio, pero ni es el fin último, ni conseguirás cansarlo a base de caminar a paso ligero o cargarlo con mochilas o hacerle correr con unos patines. Conforme gane en resistencia y forma física, tendrá el listón de «cansancio» más elevado, y nunca le alcanzarás, por lo que realmente no lograrás agotarlo. Lo que por otro lado, es contraproducente: el agotamiento genera reacciones internas de estrés y malestar, con lo que irónicamente incrementan el grado de movimiento del perro produciendo hiperactividad.
– La hora de los recados: la frase «saca la basura y de paso te llevas al perro» es triste de escuchar. Al revés es aceptable: ya que sales con el perro, aprovecha y llévate la basura, pero nada más. El perro no es un mueble más de la casa, es un animal que depende plenamente de ti y que espera y espera durante horas a que tengas un rato para atender sus necesidades. No lo olvides. Su paseo debe estar forzosamente incluido entre tus rutinas diarias, igual que comer, dormir o ir a trabajar.
– Una excursión el día que tengo ganas y hace buen tiempo: el jardín o terreno no sustituyen a los paseos. Aunque esté al aire libre, no está relacionándose con el mundo exterior, no se está ocupando en nada y no está explorando nada. El espacio limitado, por muy verde que sea, carece de estímulos novedosos, por lo que pronto resulta aburrido. Si no pasea, se escapa. O cava hoyos. O da vueltas en círculo. O ladra a los que están al otro lado de la valla. O presenta otras conductas poco deseables. El espacio exterior de tu casa es para descansar o para barbacoas, no para que tu perro desarrolle allí toda su existencia.
Una vez aclarado esto, remarcaré qué es el paseo:
– El momento en que tu perro puede relacionarse a sus anchas con el mundo exterior: observar, oler, escuchar, oler, saludar, oler, corretear, oler, cavar hoyos, oler, jugar, oler……
– El tiempo que pasáis juntos explorando el entorno. Si algo le da miedo, tú le apoyas. Si algo le interesa, tú se lo enseñas. Conocerá el mundo a través de los paseos y con tu compañía. De cómo lo hagas dependerá gran parte de la conducta de tu husky en el día a día.
Por lo tanto, debes cuidar cada detalle.
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Evita collares metálicos, correderos, con pinchos, con partes móviles, con pilas, cordeles finos, collares estrechos o cabezadas. Todo lo que haga que tu perro se sienta incómodo, le produzca rozaduras, se deslice sobre alguna parte de su cuerpo ejerciendo presión, o directamente libere sustancias químicas, descargas o “impulsos” no deberías siquiera contemplarlo. Muchas de las dificultades durante los paseos provienen del miedo que siente tu perro, y cualquiera de estos dispositivos genera miedo, y a menudo también dolor, con lo que causan muchos problemas y rara vez solucionan ninguno.
Las correas cortas juegan en tu contra. Es imposible que un perro no tire si la correa mide menos de metro y medio. En cuanto dé dos pasos, la tensará. O tú le sigues el ritmo, o le obligas a seguírtelo a ti. Y si haces esto último, el paseo se convierte en un desfile, con su hombro pegado a tu rodilla, donde el perro no puede oler, no puede orinar, no puede pararse ni adelantarse, no puede jugar, no puede saludar. Solo puede poner una pata delante de la otra. Y con cuidado.
Deja de ser un paseo para ser un tormento. O un aburrimiento. No cumple su función. Una correa bien larga permite al perro cambios bruscos de ritmo sin que tu brazo se resienta al no llegar a tensarse. Permite andar separado de ti, sin preocuparse por recibir un pisotón ni hacerte tropezar en cuanto se desplace un poco de tu camino. Te permite darle margen para oler y alejarse de ti sin que tú tengas que seguirle pegado a su cola. Si tenías en mente que un perro debe ir pegado a la rodilla de su dueño todo el tiempo, olvídalo. El perro ve el mundo de otra manera, y el paseo es el momento de explayarse y disfrutar y relacionarse y explorar. En esa posición, el conocido como “junto”, nada de esto es posible.
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Capítulo 11 – Confianza frente a control
Esta es la clave de toda vuestra relación, la base de la obediencia, la diferencia entre tener un perro tranquilo, equilibrado, atento y feliz, o tener que compartir los próximos quince años de tu vida con un animal hiperactivo, miedoso, buscón, y que genera más problemas que satisfacciones.
Y por lo tanto, es donde más debes trabajar, donde más debes esforzarte, lo que más te debe preocupar en la relación con tu perro, más que enseñarle órdenes, o tenerle bajo control, o «dominarle» o cualquier otra idea que tuvieses en la cabeza sobre cómo conseguir que tu siberiano sea un «buen perro».
«Bien. Entendido. ¿Y cómo hago esto?», te preguntas. Pues no hay una respuesta sencilla ni que se adapte a todos, ya que cada perro y cada dueño son únicos, y la relación que establecen entre sí también es única. Pero sí hay una serie de ideas que se pueden tener presentes para tratar de hacerlo lo mejor posible.
Lo primero es tener muy claro que una relación es algo que se crea, se alimenta, se cuida, se mantiene día a día y se refuerza con dedicación, trabajo, interés y cariño. Aquí no se dan privilegios porque sí. El haber comprado al perro no significa nada para el perro. El darle de comer está bien, pero no da muchos puntos. El que pagues la hipoteca de la casa donde vive no es tampoco demasiado relevante. Y el que cuando tengas ganas (y él puede que sí, o puede que no) le acaricies para demostrarle cuánto le quieres, es superfluo.
El vínculo con tu siberiano se construye, mantiene y refuerza minuto a minuto, en el día a día, con cada detalle que tienes hacia él para ayudarle a enfrentarse al mundo, y con cada acción que realizáis juntos: juegos, superación de obstáculos, o simplemente estar el uno con el otro compartiendo el momento. Es una relación, y como toda relación requiere tiempo, a diario, y esfuerzo, a diario también.
Como menciono en otro capítulo, podemos pensar en el perro como un animal muy emocional. Sus emociones dictan muchas de sus conductas, y estas emociones están influidas por muchos factores. Una de esos factores, uno de los más importantes, es la persona con la que convive y el modo en que se relacionan. Por lo tanto, si imaginamos una balanza con dos platos, y en uno van las emociones negativas (miedo, ira, frustración….) y en el otro, las positivas (alegría, curiosidad, interés, cariño…..), es fácil imaginar que te interesa inclinar la balanza todo lo posible hacia el lado positivo, y restar todo lo posible del negativo. Si piensas que el mundo exterior ya le dará motivos más que suficientes para sentir emociones negativas, tu esfuerzo debe ir encaminado a no añadir tú más emociones de este tipo, o se sentirá «atacado» por todos los frentes, y será un perro inseguro, miedoso, desconfiado, irritable y que quizá termine presentando conductas agresivas.
Así que cada vez que interacciones con tu siberiano, desde el día uno de convivencia, no te dejes arrastrar por tus propias emociones. Los seres humanos solemos ser también muy pasionales, y nuestro entorno y las personas más cercanas también aportan mucho a nuestra propia balanza, no lo olvides. Párate unos segundos a respirar hondo, piensa «análisis de consecuencias: ¿cómo influirá esto que voy a hacer en el estado emocional de mi perro?», y en función de la respuesta, hazlo o no. No pienses en la consecuencia (aparentemente) inmediata, piensa en el largo plazo. Busca «ganar puntos» a los ojos de tu husky, pensando siempre en si lo que harás a continuación le hará un perro más seguro de sí mismo, independiente, atrevido, confiado, extrovertido y amable, o por el contrario, le llevará más cerca de ser un animal miedoso, sin autoestima, huidizo, receloso, distante o incluso defensivo.
Con esto, de modo sutil, te estoy indicando que erradiques el castigo de la vida de tu perro. Y el regaño. Y las amenazas verbales o de expresión corporal. Y los «noes». Y las coacciones. Y los manejos bruscos. Y los toques de atención, pataditas, tirones de correa, etc. Todo. Tanto si tenías previsto usarlo como modo de educar a tu perro (desde ya: no funciona, y encima dinamita vuestra relación), como si simplemente te dejas llevar por la frustración y el enfado porque tu cachorro hace cosas que no te gustan o te molestan y no sabes qué hacer (tampoco funciona, y el resultado es el mismo: miedo para él, problemas para ti, la conducta no cambia), olvídalo. Hay otra manera, pensando siempre en ser amable y paciente. Puede que funcione o no a la hora de modificar conductas puntuales, según las circunstancias, pero lo que sí hace es reforzar y mejorar el vínculo con tu perro. Con un buen vínculo, poco hará tu siberiano que te moleste o te enfade. Y en algo habrás de ceder, no?.
Porque ese es otro pilar de cualquier relación. Debes pensar en ceder de vez en cuando, y en exigir lo menos posible, concentrándote más en ofrecer que en pedir. En general la vida de la mayoría de los perros es digna de un cuartel de marines. Tienen cada minuto del día programado, no se les permite iniciativa ninguna, y todo, absolutamente todo, lo decide su dueño: qué bebe, cuándo y dónde, qué come, cuándo y dónde, cuándo sale, por dónde, durante cuánto tiempo, con quién se relaciona y a quién no se acerca, qué puede oler y qué no, dónde hacer sus necesidades y cuándo…… ¡¡Todo!!. El nivel de exigencia y de control que la mayoría de los dueños ejerce sobre sus perros es realmente estresante, y a menudo difícil de cumplir. En general a los dueños de perros nos sobra el control y nos falta la empatía. Sí, tu perro tiene su propia personalidad, sus gustos y manías, tiene días mejores y peores, hay cuestiones que le afectan más y cosas que le importan menos, a veces está cansado….. Y tú le has diseñado la vida como si fuera un guión inamovible. Ponte en su lugar y piensa cómo te sentirías si tuvieses que vivir así. No muy a gusto, verdad?.
Así que olvida el control férreo de todo lo que hace, y dale espacio. Acepta algunos defectos y evita la idealización o la búsqueda del perro perfecto. Olvida todo aquello que no se puede cambiar, y céntrate en lo que sí se puede modificar, si realmente es importante.
Y esa es una frase clave: “si realmente es importante”. Los humanos damos mucha importancia a cosas que en el fondo no la tienen. Problemas del primer mundo, los llamamos. «He pinchado una rueda». «Llueve mucho y mis zapatos de trescientos euros se han echado a perder». «Mi jefe es un inútil y no le aguanto». «He engordado tres kilos y ahora no me caben mis vaqueros favoritos». El fin del mundo. Este tipo de pequeños problemas nos cargan de estrés y de molestias que también afectan a nuestra conducta, y nos hace manifestar impaciencia o irritabilidad hacia conductas normales del perro que no tienen ninguna importancia, colocándolas a nivel de “esto es intolerable”.
Intenta ser objetivo, y piensa (no sientas, piensa) si de verdad es tan grave que rompa un zapato, o haga pis en la alfombra, o salte sobre la gente por la calle para saludar, o cave hoyos, o tarde mucho en oler una farola. Cuando tu siberiano te haga enfadar, cuando te invada la impaciencia, o cuando tengas el impulso de lanzarte sobre él para bloquear una conducta que no te gusta, para. Respira hondo. Cuenta hasta diez y pregúntate, «¿de verdad es tan grave o tan importante?». La respuesta, en el 99,95% de los casos, es «no».
Así que cede, deja a tu perro ser un perro y hacer cosas de perro sin preocuparte demasiado, dale independencia y autonomía, y confía en él: muchos de los problemas de comportamiento que presentan los perros se generan o agravan por el modo en que los manejamos y la gran presión a la que les sometemos día a día.
Y como te digo que no puedes/debes regañar, corregir o castigar a tu perro, más adelante explico qué opciones tienes para enseñarle a comportarse sin ahogarle a exigencias ni imponerle disciplina militar.
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Capítulo 21 – Agresividad por dominancia y posibles soluciones
El comportamiento agresivo de un perro hacia las personas o hacia otros perros tiene en general unas pocas causas que lo motivan. Si entiendes que muchas de las conductas que realizan perros (y personas) de modo cotidiano tienen un empuje emocional, ya tienes mucho hecho.
Los animales y personas llevamos a cabo cientos de acciones a diario, bien debido a un motivador que nos lleva a realizar dicha acciones, bien debido a una emoción que expresamos o intentamos resolver manifestando dichas acciones. Esta causa es muy habitual, tanto perros como personas somos muy emocionales, y las emociones nos empujan a actuar.
Por lo tanto, si se desea modificar una conducta, incluyendo la agresiva, no se deben dirigir los esfuerzos a eliminar la consecuencia visible, como las señales de amenaza o los mordiscos, sino a modificar o eliminar el motivador de la conducta, o a cambiar la emoción que la genera. Si un perro defiende su comida porque lleva cuatro días sin comer y tiene hambre, regañarle carece de sentido. Cambiar su motivador (alimentarlo bien) derivará en una modificación de su conducta agresiva en un plazo razonable.
Una vez descartada la dominancia como causa de agresividad, como expliqué en el capítulo siete, podemos añadir otro argumento importante y constructivo, ya que la visión de la dominancia no aporta nada útil. Si tu perro es dominante, simplemente es, y por lo tanto no puedes hacer nada para cambiarlo. Si tu perro es negro y blanco, es peludo, o es de patas largas, es así. No puedes modificarlo. Si aceptas que es dominante, entonces es así. No hay nada que tú puedas hacer para que deje de serlo.
Pero si pensamos que el perro presenta una conducta agresiva (no que es agresivo), podemos cambiar eso. Porque es una conducta relacionada con distintos agentes causales, internos y/o externos, que pueden modificarse. Si cambias las razones por las que el perro muestra agresividad, él cambiará de comportamiento. Si buscas el motivador o la emoción que le lleva a mostrar un comportamiento «dominante», y cambias eso, tu husky deberá adaptarse a ese cambio, y mostrará otra conducta diferente.
Y dicho esto las principales emociones que mueven a un perro a mostrar conductas agresivas son el miedo, con diferencia lo más habitual, y el enfado y frustración.
Así que se puede deducir que tu «dominante» siberiano seguramente es un perro con miedo. O que no sabe gestionar la frustración y el enfado.
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